La capital del barroco, Lecce, es una ciudad sorprendente, donde los festones y las columnas salomónicas de los edificios restaurados recientemente para ser transformados en hoteles o B&B de lujo, conviven con las fachadas que muestran el paso de los años, con ángeles adheridos y las volutas corroídas por el tiempo y que otorgan un carácter único a esta «Florencia del Sur».
El centro histórico de Lecce se encuentra entre sus imponentes murallas, y son muchos los que caminan sin rumbo por las calles de la ciudad salentina disfrutando de sus olores, y siempre con la vista alzada, maravillados por las impresionantes fachadas barrocas. Pasear por las calles de Lecce es una delicia, donde podremos descubrir callejuelas sin salida que albergan talleres tradicionales, o tal vez el estudio de un pintor o una panadería con los dulces típicos de la región.
Un poco de historia
Lecce es una joya del barroco, cuyas iglesias y edificios ofrecen unos motivos decorativos únicos y también abundantes. El origen de la ciudad se remonta a la época Mesápica, cuando era sólo un pueblo. En la época romana, recibía el nombre de Lupiae, como aparece en los escritos de Strabone. Durante cinco siglos, la ciudad creció bajo el dominio romano: en la época de Adriano, además del anfiteatro y el teatro, se construyó la calle que llegaba al puerto de Adriano, la actual Marina de San Cataldo.
Nombrada colonia de Marco Aurelio, Lecce creció convirtiéndose en uno de los centros principales de la región. La caída del Imperio Romano y el conflicto entre Godos y Bizantinos provocaron la decadencia de la ciudad, hasta la llegada de los Normandos. Roberto Guiscardo convirtió Lecce en un condado y se construyeron numerosas iglesias y conventos. El siguiente periodo de Oro que vivió Lecce fue con la llegada de los Angevinos, que transformaron la ciudad gracias a la ayuda de las familias Brienne y Orsini del Balzo. Durante el siglo XV, se convirtió en un importante centro comercial y Carlos V fue el encargado de reorganizar la ciudad desde el punto de vista urbanístico.
Se construyó el castillo, las murallas y un arco del triunfo, hoy llamado la Porta di Napoli. Fue el periodo del Renacimiento leccese, donde florecieron las artes y las ciencias, y la ciudad se enriqueció a base de iglesias, conventos y edificios gestionados por el clero, por ricas familias, nobles y nuevos ricos, que parecían competir en una muestra de creatividad en sus construcciones.
El resultado de estos años de progreso y cambios ha sido el conocido Barroco leccese, que todavía moldea el centro histórico de la ciudad, desde las fachadas de las iglesias y los edificios, hasta los altares y patios sombreados. El estilo ha sido influenciado por el gusto teatral por la cultura española y que se pudo lograr gracias a la ductilidad de la piedra local, de su color dorado y cálido, muy fácil de transformar en auténticas obras de arte.
Qué ver en Lecce
La Porta Rudiae era uno de los ingresos de la ciudad y debe su nombre a la ciudad mesápica donde nació el poeta Quinto Ennio. La puerta fue reconstruida en el 1.700 después de un derrumbe, y se coronó con las estatuas de Santa Irene, San Oronzo y San Domenico. Delante de esta puerta, encontramos una obra maestra del barroco, la iglesia del Rosario, o la basílica de San Juan Bautista al Rosario, reconstruida en 1691, que fue el último proyecto de Giuseppe Zimbalo, artífice del barroco y cuyos restos reposan en esta iglesia. Es espectacular su fachada, con dos columnas salomónicas realmente imponentes. Su interior no se queda atrás, con un púlpito construido con piedra leccese.
En nuestra visita a Lecce, no podemos perdernos Via Libertini, una calle llena de edificios e iglesias barrocas, desde el Conservatorio a la Iglesia de Santa Anna.
La Piazza del Duomo es imponente y armoniosa, con una puerta monumental, una balaustrada y estatuas, que la convierten en una de las plazas más bonitas de la península, rodeada por hermosos edificios barrocos. A la derecha podemos ver el Palazzo del Seminario, de 1700 creado por Giuseppe Cino.
Al lado se encuentra el Palazzo Vescovile, ampliado en 1600 y 1700, con un bonito porche angular. Enfrente y ligeramente a la izquierda, tenemos el Duomo, construido en 1659-70 por Giuseppe Zimbalo sobre una iglesia románica. Como curiosidad, la iglesia tiene dos caras, una barroca que cierra la perspectiva de la plaza, con la estatua de San Oronzo y con sólo una puerta lateral, y la puerta de la fachada principal, que mira hacia el Palazzo Vescovile, una puerta sobria, con dos portones de bronce realizados para el Jubileo en el año 2000. El campanario también es de Giuseppe Zimbalo.
En el Edificio del Antiguo Seminario, tenemos el Museo Diocesano de arte Sacro, que recoge esculturas y pinturas desde 1400 a 1700, entre ellas la tabla veneciana con la Madonna del Camrine, hasta la Madonna del Rosario, del pintor leccese Oronzo Tiso.
Si nos colocamos de espaldas al Duomo, encontramos la Via Palmieri, una calle donde encontramos varias delicias del siglo XVIII, negocios de arte y artesanía. Con alzar la vista, podemos ver en el número 11 la balconada con caballos alados, o en la plaza Falconieri, el balcón sostenido por dos cariátides de Palazzo Marrese. Si seguimos, vemos la fachada del Teatro Paisiello, fundado en 1758 como Teatro Nuovo. Al final llegamos a la Porta Napoli, la más monumental de Lecce, construida a mediados del siglo XVI en honor a Carlos V. Diseñada por Gian Giacomo dell’Acaya, la puerta tiene forma de un arco de triunfo, con el escudo de armas del águila de dos cabezas. Cerca tenemos el Obelisco dedicado en 1822 a Fernando I de Borbón con motivo de su visita a Lecce. Sus relieves simbolizan los cuatro distritos de la Tierra de Otranto: Lecce, Brindisi, Taranto y Gallipoli.
Cerca tenemos la Iglesia de los Santos Nicolò y Cataldo, de época normanda, con una fachada que mezcla el románico y el barroco.
En Viale Umberto se alza la Basílica de la Santa Croce, obra maestra del barroco leccese. Los trabajos, iniciados en 1549 de la mano de Gabriele Ricardo, continuaron durante un siglo con Francesco Antonio Zimbalo, que realizó en porche y el portal lateral, mientras que Cesare Penna se ocupó de la parte superior de la fachada. El resultado es espectacular: en la parte inferior predomina un estilo renacentista que se funde armoniosamente con la parte superior barroca. El portal mayor presenta dos pares de columnas corintias, mientras cariátides zoomorfas y figuras alegóricas adoran la balaustrada.
Un rosetón central domina la parte superior, colocado junto a las columnas corintias y a la estatua de San Benedetto y San Pier Celestino. También vemos las estatuas de la «Fe» y la «Fortaleza». La cornisa está decorada con flores y guirnaldas sujetadas por ángeles.
El interior de la iglesia de la Santa Croce tiene tres pasillos, y se caracteriza por un profundo presbiterio y de preciosos capiteles cuya flor central se abre para hacer sitio a la cabeza de un apóstol. Junto a la Santa Croce, vemos el ex Convento dei Celestini, hoy sede de la administración central de la prefectura.
La Piazza Sant Oronzo es el centro de la ciudad, con restos romanos y edificios nobiliarios, que en su tiempo fueron negocios y cafés de lujo para los aristocráticos a principios del siglo XX, donde podían pedir los tradicionales dulces de almendras. En el centro de la plaza se alza la Columna de Sant’ Oronzo, que en su época señalaba el final de la Via Appia, en el puerto de Brindisi. En lo alto podemos ver al patrón de la ciudad, mártir de Nerón, y fue realizada en 1739 en Venecia de la mano de Mauro Manieri.
Buena parte de la plaza está ocupada por el Anfiteatro Romano, descubierto a principios del siglo XX. Con forma elíptica y con doble gradería, llegó a medir 102 x 83 metros y albergaba 20 mil espectadores. Las estatuas de mármol que lo adornaban las podemos ver en el museo provincial Sigismondo Castromediano.
Carlos V quiso un Castillo, que se alza a pocos metros de Piazza Sant’ Oronzo, en el ángulo noreste de la muralla de la ciudad. Construido en el siglo VI sobre un proyecto de Gian Giacomo dell’Acaya, el castillo ha sido modificado con el paso de los siglos. Con planta trapezoidal, con baluartes angulares en forma de lanza, estaba rodeado por una fosa. Fue construido para resistir a las armas de fuego. Durante siglos fue el hogar de los gobernadores de la Tierra de Otranto, como la Princesa Maria d’Enghien. Actualmente alberga el Museo de la Cartapesta, con tres salas dedicadas a este forma de arte. La colección se compone de más de 100 obras de artistas de la ciudad del siglo XVIII hasta nuestros días, y también de artistas internacionales como Emilio Farina.
Otros tesoros que nos presenta Lecce y que no nos podemos perder, son la Iglesia de Santa Chiara de 1687, el Teatro Romano, único en toda Puglia y que podía albergar a 5.000 espectadores, y el Museo del Teatro Romano, que muestra una reconstrucción muy interesante del teatro. También la Iglesia de San Mateo de 1667, con un estilo más cercano a las obras romanas de Borromini que al Barroco leccese.